12 ago 2011

Me ha pasado muchas veces, que entre las cosas cotidianas en las que nos arrastra la estúpida rutina de todos los días dejo pasar muchas oportunidades. Siempre que veo a mi abuela le digo, por ejemplo, que la voy a ir a visitar para charlar con ella y merendar juntas. Pero si no tengo que hacer cosas, siempre me entretengo con otras que tengo a mano como la compu, o la tele o decido irme a la casa de mi novio. Siempre le digo a papá que algún día vamos a ir a Parque Leloir para practicar manejo y siempre tengo algo que hacer. O le dije a mi prima y a mi mejor amigo (que están de novios) que le iba a dar una sorpresa, y todavía tengo todo para hacerlo y nunca lo terminé. O me encantaría que mi abuelo leyese algo de lo mucho que escribí en este sitio, o haberle preguntado más a mi papá sobre su trabajo o las cosas que siempre hace. Pero sin embargo sigo haciendo lo mismo, sigo mi monótono curso como las hormigas. Pero más allá de la bronca que me produce el que no tenga la más mínima voluntad de cambiar lo que hago, es en otra cosa que quiero profundizar.
A muchas chicas (también chicos porqué no?) les pasa que estando con alguien pasado un tiempo lo dejan porque sienten que ya no es lo mismo y cuando lo dejaron se mueren por volver (comunmente llamado síndrome de "la piba histérica"). O nunca le diste pelota a una persona masomenos amiga pero cuando te dicen que se va del país te querés matar. También me pasó de soñar que mi primo se moría y me desperté llorando.
 ¿Porqué es que nesecitamos esa estúpida
sensación de pérdida
para darnos cuenta de lo mucho que queremos algo?
 Uno se pone a pensar en cuántas veces le dice a su abuelo, a sus papás, a su hermano, a su amigo, etc.. que lo quiere, que lo necesita o cuán importante es en su vida. Y sin embargo necesitamos sentir que se nos va para apretarlo con un poco más de fuerza e intentar que no huya de tu vida.
 No me gusta pensar en la muerte y mucho menos cuánto nos queda pisando la tierra y cuán próximo estaremos debajo de ella pero lo cierto es que no somos eternos y algún día nos vamos a ir de acá. A veces los adolescentes desafían a la muerte porque la sienten muy lejana. Pero (como dice el nombre de un cuadro) "La muerte acecha en cada esquina" y puede que para ese entonces todavía no tenga canas o arrugas. No podemos ser tan ilusos de pensar que la muerte nos va a tomar a todos con sus garras frías en una edad avanzada, me refiero: puede que sí (ojalá) pero tal vez no. Y no podemos arriesgarnos a que las personas que queremos no sepan cuán importantes son para nosotros.
Espero poder cumplir esas cosas que prometí a mis seres queridos (ya que eso sólo depende exclusivamente de mí) porque me apenaría mucho tener que llorárselo en su tumba.

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